
Un flechazo
Conocí a Billy en mayo de 2021. La incidencia del covid seguía siendo alta en España, pero Esposende era otro mundo. Allí no había suficientes habitantes como para hacer un índice de incidencia. Íbamos por la carretera y nos llamó la atención un burro en el recinto de una casa.
Nos acercamos donde él estaba y le fotografiamos. Al día siguiente, le llevé dos manzanas y unas zanahorias, Billy las miraba fijamente. No tuve miedo, las puse en un lugar en donde él pudiera cogerlas y las cogió, claro.
Dos días después volví y Billy dio muestras de alegría: empezó a rebuznar. Pero como pude comprobar, no rebuznaba por mí sino por otro burro que estaba en la casa de enfrente, su amigo Poncho.
Eran malos tiempos y cuando estaba con Billy se me iban los pensamientos pesimistas de aquellas semanas pegados al televisor. Era muy tierno, y también muy listo. Cuando oía nuestro coche, que era un diésel, se ponía firme y rebuznaba. Ya nos conocía.
La señora del pazo me contó que unos huéspedes se habían interesado por Billy, se lo querían llevar, porque ese burro tenía algo especial. Dije que ni se les ocurriera mandar a Billy lejos de Esposende porque lo necesitaba, Billy era mi burro. Su presencia me daba mucha paz.