
Separación por fuerza mayor
En otoño de 2022 mi vida cambió de golpe. Los problemas de salud que arrastraba desde 20 años atrás y a los que me había acostumbrado, estaban ahora fuera de control. Los años siguientes fui de terapia en terapia y de un médico a otro. Mi estado de salud, física y psíquica, empeoraba día tras día visiblemente. Psíquicamente, como en la montaña rusa: mi estado de ánimo subía y bajaba varias veces en un solo día.
En Esposende, en las vacaciones de verano de 2023 no pude ver a Billy, que tanta falta me hubiera hecho. No podía caminar por el suelo accidentado de su terreno. Solo me pude despedir de él desde la puerta.
En diciembre de 2023 mi médica me mandó a una cura para ver si podía mejorar mi estado de salud. No solo no mejoró sino que empeoró. Salí de la cura con la baja laboral por discapacidad.
Mi vida se convirtió en un infierno. Ya no podía trabajar, ni siquiera caminar.
En el verano de 2024 los médicos descubrieron de dónde venían mis problemas, tenía una hidrocefalia, y debía operarme para sacar agua cerebral atascada, que estaba espachúrrandome el cerebro. Me hicieron una operación en la cabeza, que en principio prometía.
Me operaron en una clínica de Múnich en agosto de 2024. Sabía que la operación no sería un problema. La incógnita era cómo me sentiría después.
En el hospital y en la rehabilitación posterior hice todo tipo de experiencias, muchas positivas, algunas, terribles. Conocí a médicos extraordinarios, comprometidos con su trabajo, sobre todo médicas, pero en rehabilitación sufrí la falta de personal en el sistema sanitario. Los pacientes éramos una carga para los pocos camilleros que nos llevaban a los tratamientos, desbordados y descontentos con sus trabajos. Los terapeutas hacían lo mínimo. Con la comida era un lío. Me la traían a la habitación para evitar caídas de camino al restaurante, así que tenía que tomar lo que me llevaban. Había marcado en varios impresos dieta vegetariana, pero no faltó el asado de cerdo un domingo en la Baviera católica.
Las 5 semanas que estuve allí mi estado no hizo nada más que empeorar. Me caía continuamente.
En diciembre, en un control en la clínica, los médicos vieron que la operación no había funcionado. El líquido cerebral se había vuelto a atascar y me dijeron que tenía que volver a operarme para ponerme un shunt, un drenaje del agua cerebral al peritoneo por medio de una sonda.
En diciembre de 2024 vi a Billy de lejos, pero esta vez tampoco pude acariciarle, ¡qué pena! Pero si Billy me hubiera hecho un cariño de los suyos yo hubiera salido volando.
Andar por Esposende era muy difícil. El pueblo está en cuesta y en muchos tramos no está asfaltado. Así que me quedaba en nuestro pazo. Estaba muy triste.